SOPORTAR A LOS DEMÁS

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Vamos a abrir nuestras biblias, en el libro de Efesios, en el capítulo 4, versículo 2, dice así: Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.

El contexto de este versículo, inicia en el versículo anterior que dice; Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados. La Biblia dice que somos salvos por la gracia del Señor, pero si usted dice ser un creyente, debe de andar de una forma digna según el llamado que ha recibido de nuestro Padre celestial. Por ejemplo; si alguien se dedica a practicar fútbol y lo llama un técnico para que sea el delantero del equipo y resulta que después de 50 partidos, no metió ni un gol. Estoy seguro que ya no lo pondrán más como delantero del equipo, porque no hizo honores o no correspondió de una forma digna al llamado que le hicieron, como el delantero del equipo y el encargado de meter los goles. Lo mismo pasa con el creyente que tiene que andar como es digno de la vocación con la que fue llamado. El versículo dos dice que una manera digna de andar para un creyente es vivir con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor. Este versículo lógicamente aplica a la relación que debemos de tener con las personas del mundo, pero sobre todo a nuestra relación o comportamiento en la iglesia con nuestros hermanos.  

La mayoría de las personas no entiende esto, porque para ellos la iglesia, solo se trata de un lugar a donde van a escuchar un mensaje que habla de Dios y cuando salen de ese lugar, valoran si la prédica fue buena o si valió la pena, si Dios les habló por medio de ese mensaje, o si les gusta como enseña el predicador. Pero déjenme decirles que el verdadero propósito de congregarse, no solo es para escuchar un mensaje, esa nunca fue la intención del Señor, por más que el mensaje sea muy bueno, la iglesia se congrega también: para tener comunión los unos con otros, para el partimiento del pan y para las oraciones.

Así que, déjenme decirles que no es nada bueno, cuando las congregaciones se llenan de personas, que solo llegan a escuchar un mensaje y que nunca se relacionan con los demás, o solo se comunican de vez en cuando con las personas, ya sea a la entrada o a la salida de la congregación y muchas veces, eso se resume a un simple saludo, porque como para ellos lo importante es escuchar al predicador, quién normalmente se convierte en la figura principal de la iglesia y los demás son simples espectadores, pero la Biblia enseña que debemos de andar como es digno de la vocación con la que fuimos llamados y esto representa andar con humildad con mansedumbre y soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor. Esto no significa que la iglesia debe estar llena de personas con mal carácter o mal comportamiento, que se van a justificar diciendo; yo siempre he sido así, y así me tienen que aguantar y soportar. ¡Claro que no!, un creyente es una nueva criatura y ya no debe de andar de la misma forma que andan los inconversos. El soportarnos unos a otros en amor, va más allá de lo que nuestros ojos pueden ver, porque como estamos en un cuerpo de pecado, de una forma u otra siempre vamos a fallar, ya sea de palabra o acción y es por eso que la iglesia debe estar llena de comprensión, de misericordia, de mansedumbre, de humildad, para poder soportarnos los unos a los otros en amor.

Por eso es importante que usted entienda que estar en la iglesia no se trata únicamente del mensaje que va a escuchar, también es importante que usted se dé cuenta de que a su alrededor hay otras personas, que están con la misma necesidad y que al igual que usted, necesitan ser escuchadas, consoladas, confrontadas, animadas y soportadas. Pero justamente ahí es donde empiezan la mayoría de los problemas en las iglesias, cuando las personas empiezan a hablar los unos con los otros, porque empiezan a conocerse a envidiarse a ofenderse y a separarse y esta es la historia de nunca acabar. Porque todos sienten que están haciendo lo correcto y que los demás están actuando mal. Nadie reconoce sus propios errores y muchas veces se justifican diciendo: Yo quería establecer una relación con ese hermano, pero él es una persona muy difícil de soportar.        

Así que dejemos que sea la biblia la que nos enseñe, de qué manera podemos aprender a soportarnos los unos a los otros en amor y para esto vamos a ir al evangelio de Mateo, en el capítulo 6 y vamos a leer desde el versículo 12 al 15 que dice: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. 

Este pasaje de la escritura que acabamos de leer, es muy importante que usted lo recuerde, cada vez que diga que es imposible soportar a un hermano, ya que, la biblia, no está diciendo: si ustedes quieren, sopórtense los unos a los otros. ¡No¡, El Señor está diciendo, soportaos los unos a los otros en amor. A muchos les gusta ir al Antiguo Testamento, para ver qué mandamientos de ese pacto pueden obedecer, pero son pocas las personas que quieren obedecer los mandamientos que tenemos en el Nuevo Testamento y algunos de esos mandamientos, son los que estamos leyendo precisamente en el libro de efesios, capítulo 4, que dice que debemos de andar con humildad, con mansedumbre, soportándoos unos a otros en amor. Esto no es opcional para el creyente, es un mandamiento de parte del Señor. Así que, si Jesucristo es nuestro Señor, no cree usted que tenemos que obedecer sus mandamientos.        

Algunas personas, cuando ven este pasaje de Mateo 6, dicen: Yo siento que el Señor no me ha perdonado, me parece que el Señor no me quiere perdonar. Pero el Señor es claro, cuando nos enseña en la oración, que Él nos perdonará nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Así que muchas personas, no se sienten perdonadas, porque ellos tampoco quieren perdonar a su prójimo. Todos ofendemos muchas veces de palabra y con nuestras acciones, pero tenemos que tener la humildad para pedir perdón por nuestros errores y tener la misericordia para perdonar a los que nos ofenden. Pero en la práctica esto muchas veces no sucede así, porque tenemos una memoria qué siempre nos está recordando el daño que otras personas nos han hecho. Pero la culpa no es de la memoria en sí, sino de nuestra concupiscencia, que atesora solo lo malo y eso impide que no recordemos todo lo bueno que nos ha dado el Señor y que no debe de haber nada más importante en nuestras vidas, que obtener su perdón por medio de la gracia en Cristo Jesús, nuestro salvador.   

Así que el perdón, es el primer paso para aprender a soportarnos los unos a los otros. Si usted mira que en la congregación hay personas que no sé soportan, déjeme decirle, que eso no viene de parte de Dios. Claro que nos encanta que nos perdonen, pero nosotros no queremos perdonar a los demás.

Cuando fallamos, esperamos la comprensión de las personas, pero cuando otros fallan, no queremos tener misericordia de ellos, es decir nos encanta que nos soporten, pero no queremos soportar a nadie. Es cierto que, en el mundo, hay personas que ofenden muchas veces y nunca piden perdón. Pero nosotros, debemos de perdonar sus ofensas y estar en paz con ellos en cuanto dependa de nosotros, ya que, pueda ser el caso, que usted haya ofendido a alguien, pero luego usted le pida perdón a esa persona, pero hay ocasiones cuando esa persona, no aceptará sus disculpas, pero si su acción fue sincera, no importa lo que suceda, porque el Señor conoce la intención de nuestro corazón y Él sabe de verdad, si nosotros queríamos reconciliarnos con nuestro hermano.

Pero volviendo a Efesios, capítulo 4, versículo 2; Notará qué el texto dice literalmente: ¡Soportándoos con paciencia! La paciencia, por cierto es como encontrar una aguja en un pajar, ya que, usted no la encuentra en cualquier lado y mucho menos la puede encontrar en cualquier persona. Porque las personas del mundo, son desesperadas, impacientes y siempre andan aceleradas. Por eso no tienen, ni el tiempo, ni las ganas de soportar, aguantar o tolerar a las demás personas. Pero para los que somos verdaderamente creyentes, el Señor nos ordena, que debemos de tener paciencia y soportarnos unos a otros. Recuerde que en la congregación, siempre va a ver todo tipo de personas. No todos nacimos el mismo día, no todos nacimos en el mismo lugar, no todos nos criaron los mismos padres, no todos fuimos a la misma escuela, no todos vivimos en las mismas condiciones, no todos hemos tenido las mismas pérdidas, sacrificios o sufrimientos. ¡Todos somos diferentes! pero cuando venimos a los pies de Cristo, todos debemos de ser una nueva criatura y todos debemos de tener un mismo espíritu. Ya no hay excusa y no importa lo haya sucedido en nuestro pasado, si Cristo es nuestro Señor, tenemos que comportarnos de una forma digna en la que Él, nos ha llamado.    

Si usted lee en el libro de Santiago, en el capítulo 5, versículo 9, ahí también dice; Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. Otra de las maneras en que yo puedo soportar al hermano; es cuando yo no me quejo del hermano, porque a medida que me siga quejando cada vez más, lo voy a soportar cada vez menos. Es fácil para el ser humano quejarse: Quejarse de otras personas, quejarse del gobierno, quejarse de Dios y si en una congregación los que dicen ser hermanos, se quejan los unos de los otros, entonces será imposible que puedan tener una verdadera comunión. Si nos soportamos unos a otros, si nos perdonamos unos a los otros, si agradecemos unos por otros; entonces seremos verdaderamente hermanos en Cristo.

Así que, ya es tiempo que dejemos de vivir como si fuésemos perfectos y dejar de creer que somos personas que nunca nos equivocamos. Las personas fallan, usted falla, yo también le he fallado a varias personas y cuántas cosas cambiarían en las congregaciones, si nos diéramos cuenta que todos podemos fallar alguna vez o muchas veces sin intención, pero Cristo es el juez y está delante de la puerta, como lo acabamos de leer en Santiago 5:9

Y no solamente en Santiago, si usted busca en su biblia en el libro de Gálatas, capítulo 5, versículos del 13 al 15 dice: Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros.        

Los creyentes somos llamados a servirnos por amor los unos a los otros. El cristianismo no se trata ni de mí, ni de usted, ni de lo que me van a regalar o me van a traer, o lo que yo debo recibir. ¡No, para nada!, el cristianismo se trata de compartir, de amarnos unos a otros, de ver la manera en que yo también le puedo ayudar a los hermanos, es decir, que el cristianismo es amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, porque Cristo nos ha salvado por gracia para que andemos en las obras que Él ha preparado para su iglesia, porque recuerde que más bienaventurado es dar que recibir. No sé, si usted lo ha notado, pero las personas que solo quieren recibir, son las personas más quejosas e insatisfechas, en cambio las personas que siempre dan, lo hacen normalmente porque son más agradecidas. Pero cuando las personas se resisten a hacer la voluntad de Dios, entonces se cumple lo que dice Gálatas, de que, si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. 

Es fácil ver los errores en otras personas o en otras congregaciones, en donde siempre se están peleando y luchando por demostrar que son ellos quienes tienen la razón, pero, piénselo por un momento, medítelo y se dará cuenta, de que ese no fue el propósito de la muerte de Cristo en la cruz. En la biblia leemos la diferencia que habrá en el juicio final entre las ovejas y los cabritos y se supone que las ovejas representan a los creyentes, pero eso está muy lejos de la realidad, porque pareciera que en las congregaciones, los que se reúnen, son hienas y leones, porque se están mordiendo, se están destruyendo, han sacado las garras como si fuese una selva, en donde no hay amor y cada uno quiere ser el centro de atracción, pero le vuelvo a recordar que donde hay contiendas, pleitos y divisiones; está satanás.

Entonces, es necesario que meditemos en nuestros caminos y comencemos a sembrar el amor, para que podamos cultivar la comunión entre hermanos y para eso es necesario, que podamos tener paciencia, para soportarnos unos a otros.      

Cuando logremos entender eso y ponerlo por obra, se nos hará más fácil recordar que la iglesia es un cuerpo en donde todos nos necesitamos. Es imposible que usted sea miembro de un cuerpo y no haga nada por el cuerpo al que pertenece y solo esté pensando en lo que puede recibir del resto de miembros. Todos tenemos deberes y derechos cuando somos parte del cuerpo de Cristo y si usted es la mano de ese cuerpo, no puede decir que anduvo toda la semana metida en la bolsa del pantalón, sin hacer nada por los otros miembros o que no recibió nada del resto del cuerpo y eso sucede, porque como las personas piensan erróneamente que la congregación se trata simplemente de ir a escuchar un mensaje, no les interesa amar y soportar a su prójimo. Unos se pelean, se van de la congregación y no vuelven. Otros se quedan y dicen; yo solo vengo por escuchar el mensaje, porque realmente no siento paz con algunos hermanos, no siento que me comprenden, pero por eso justamente Efesios 4:2 nos dice que debemos soportarnos con paciencia los unos a los otros en amor. Es decir, que es algo que funciona en ambas vías; tanto usted como yo, debemos tener el mismo sentir y cuando digo del mismo sentir no estoy hablando de teoría, no estoy hablando de sentimentalismo terrenal, si no de poner en práctica los mandamientos del Señor.          

Otro de los mandamientos del Señor, lo encontramos en Gálatas 5:26 que dice: No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Y sí usted lee el contexto de estos versículos, verá que esas son manifestaciones de la carne, pero nosotros debemos de andar en el Espíritu. Y cuando dice que no nos hagamos vanagloriosos, se está refiriendo, a que no debemos de ser personas egoístas, que solo piensan en ellos mismos, que creen que no se equivocan y siempre andan señalando los errores de los demás y eso provoca que se irriten unos a otros. Y cuando habla de irritarse, eso significa: enfurecerse, enojarse, enfadarse, indignarse, airarse o molestarse, lo cual no es nada correcto en personas que profesan ser cristianos. Así que le animo a que examine su corazón y vea si usted es una persona irritable o si es una persona apacible. Porque cuando las personas son vanagloriosas e irritables siempre terminan envidiándose unos a otros y eso sucede en pequeñas y grandes cosas, desde un simple vestido hasta un carro, negocio o dinero.     

Ahora bien, el consuelo que tenemos los creyentes, es que la Biblia, no solo nos enseña, lo que no debemos de hacer, sino que también nos enseña, la forma en la que debemos andar, y eso lo podemos leer en libro de Romanos, en el capítulo 14, versículos del 13 al 19, que dice: Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; más para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es. Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió. No sea, pues, vituperado vuestro bien; porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.     

Cómo ya lo habíamos leído antes; la Biblia dice que no debemos de quejarnos, no debemos de irritarnos y no debemos de envidiarnos. Ahora leemos en el libro de Romanos; que tampoco debemos de juzgarnos, pero que sí tenemos que procurar, no ser tropiezo para ningún hermano. El ejemplo que da la biblia es con un tema tan sencillo como lo es la comida, para que podamos ver, que el cristianismo no solo se trata ni de usted, ni de mí, sino de nosotros juntos como cuerpo de Cristo. Si algo le es tropiezo a mi hermano, yo debo de evitar hacerlo, aunque sea algo que me agrade a mí mismo.

Recuerdo que, en el pasado, una hermana muy querida, nos invitó con mi esposa a comer a su casa y sirvió un gran banquete muy delicioso. Luego para el postre, ella y mi esposa estaban tomando café, y cuando ella me ofreció café, yo le dije que no tomaba y en eso ella se preocupó y me dijo; disculpe hermano ¿No le afecta si nosotros estamos tomando café? ¿No lees tentación y lo vamos a hacer caer a usted? Me sonreí y le dije que no, que no había ningún problema, que yo no tomaba café, por cuestiones de salud y que no era tentación para mí, que ellas estuviesen tomando café.  Esa escena nunca la he podido olvidar y me gustó que ella en algo tan pequeño, tuvo la consideración de no querer afectarme a mí, a pesar de que a ella le gustaba mucho el café, porque como lo acabamos de leer, debemos de seguir todo lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación, porque los que somos fuertes, debemos de soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. 

Es bueno explicar por cierto, que cuando habla de flaquezas, no nos estamos refiriendo que debemos tolerar y soportar los pecados que hacen deliberadamente las personas, sino que se refiere a aquellas luchas que tenemos las personas que estamos en el Señor, porque cada uno de nosotros debe de agradar a nuestro prójimo, en lo que es bueno, para edificación. Como lo reafirma Romanos 15, en los versículos 1 y 2.     

Cuando usted haga las cosas, no solamente para agradarse a usted mismo, sino que también procure agradar a los demás, va a ser más fácil, que como iglesia nos podamos soportar, tal como nos dice Colosenses 3, en los versículos del 12 al 14: Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro, de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.     

Así que sí usted dice ser un creyente, entonces se va a tener que vestir como un creyente, es decir, como un escogido de Dios… Y ¿Cómo se viste un escogido de Dios? Podría preguntarse usted, pues según lo que acabamos de leer, los creyentes nos debemos de vestir; de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándonos unos a otros, y perdonándoos unos a otros y sobre todas estas cosas, debemos de vestirnos de amor, que es el vínculo perfecto. Por cierto, cuando la biblia está hablando de vestirse de amor, debe de saber, que el amor no es algo que se fabrica el 14 de febrero, es algo espiritual que Dios da. Y yo sé que muchas personas dicen: ¡Cómo me gustaría tener el amor de Dios!, pues el amor de Dios, le comento que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Y si todo lo soporta, no debe ser difícil que usted y yo, aprendamos a soportarnos unos a los otros en el amor de Cristo.        

Ahora me gustaría que fuéramos a la primera carta de Pedro, capítulo 4 y podamos leer los versículos 8 y 9 que dicen: Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Si bien es cierto, las personas del mundo sin tener a Dios, pueden hospedarse unos a otros, pero ese tipo de servicio está limitado algún interés, o por algún tiempo o por alguna afección que de cierta manera va a ser retribuida, pero cuando la Biblia habla de hospedarnos los unos a los otros sin murmuraciones, está hablando de aquel amor sincero, que nace del corazón del verdadero creyente, por medio del amor de Cristo, con el ánimo de utilizar nuestros recursos y nuestros dones para el servicio y la edificación de la iglesia, para que en todo sea glorificado Cristo.         

Y por último, me gustaría que fuéramos a la primera carta de Juan, en el capítulo 4 , versículo 7 que dice: Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.

Con estos versículos podemos concluir, que es imposible que nos amemos unos a otros, si no, nos soportamos unos a otros con paciencia. Si viene alguien nuevo a la congregación, ¿Qué va a observar en los hermanos? ¿Qué va a recibir? ¿Qué bienvenida se le dará?  Lo más natural es que cuando alguien viene por primera vez, casi todo el mundo le recibe con el mejor rostro. Aparentemente se le muestra tolerancia, respeto, paciencia. Pero a la verdad, eso lo hacen hasta las personas del mundo. Cuando uno  ingresa a un nuevo trabajo, casi todos lo reciben con los brazos abiertos, le prometen ayuda y le dan una calurosa bienvenida. Pero cuando empieza a transcurrir el tiempo, comienzan los problemas, las quejas, las murmuraciones, la impaciencia, los pleitos y las contiendas. Pero eso hermanos, no es correcto y no debe de suceder en la iglesia del Señor, porque debemos de andar como el Señor nos manda y en Efesios 4:2, hemos aprendido que nos manda, que andemos con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia, los unos a los otros en amor. Esto no es algo que se logra de un día para otro, incluso no se logra en una semana o en un mes, el soportarnos unos a otros, es algo que debemos hacer día con día, mientras estemos aquí en la tierra, ya que, todo lo que hacemos debe de ser para la edificación de la iglesia. No hay excusa para que ningún miembro del cuerpo diga que no puede hacer nada para edificar a los demás. Claro, que si usted, no pasa en la presencia del Señor, no ora, no lee las escrituras y no se congrega, va a ser difícil que tenga algo que ofrecer a los demás o que pueda ayudar a la edificación de la Iglesia.  

Pero si usted después de escuchar este mensaje, está dispuesto a obedecer al Señor y está dispuesto a perdonar, a dejar de juzgar con malas intenciones. Entonces le animo a que se pueda conducir con mansedumbre, con humildad y está dispuesto a soportar a los hermanos, porque hoy es el momento perfecto para que podamos ser hacedores de la palabra.      

¡Vamos a orar!

UN TESORO ESCONDIDO

LA FE DE TOMÁS

A SOLAS CON MI PECADO