En las olas furiosas del mar me encontré, solitario, perdido, sin luz y sin fe, más de pronto al mirar un gran barco pasar, angustiado y sin fuerzas ansioso, exclamé: Sálvame, sálvame ¿Quién me quiere Salvar? Sálvame.
Era el barco de Dios, que pasaba veloz, conduciendo creyentes al Reino de Dios, mi mensaje de afán escuchó el Capitán, pues con todas mis fuerzas ansioso, exclamé: Sálvame, sálvame ¿Quién me quiere Salvar? Sálvame.
Bote al agua, se oyó, que el Señor ordenó, y con Grande Bondad a cubierta me alzó, y ahora feliz, le bendigo yo aquí, pues el gran Salvador, mi gemido escuchó ¡Gloria a Dios, Gloria a Dios! Mi alma puede cantar, Gloria a Dios.
Alma triste que vas, por tu senda sin paz, naufragando en las olas furiosas del mal, mi Señor es capaz de poderte Salvar, si rendido a Sus Plantas, tú quieres confiar ¡Me salvó, me salvó! Muy gozoso dirás, me salvó.