EL BAUTISMO

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Vamos a iniciar nuestro estudio sobre un tema que es muy importante para los creyentes y para la iglesia. Me refiero al tema del bautismo. Un tema que ha generado mucha división y puntos de vistas en cada una de las religiones. Lo analizaremos en detalle, a la luz de la palabra. Es probable que usted, como muchas personas, tenga preguntas sobre este tema, como por ejemplo: ¿Qué es el bautismo? ¿Para qué y por qué se deben de bautizar los creyentes? ¿Cuándo se debe de bautizar una persona? ¿Qué pasa si una persona no se bautiza y muere?  ¿Existirá algún ritual para llevar acabo el bautismo? ¿Cuál será la forma correcta o el lugar indicado donde se deben bautizar los cristianos? Y sobre todo ¿Cuál es la diferencia que existe entre el bautismo del verdadero creyente y el bautismo que tienen el resto de las religiones?

Para responder a todas estas interrogantes, vamos a tomar como punto de partida, lo que está escrito en el evangelio de Mateo en el capítulo 28, versículos 18 al 20, que dice así: Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Este pasaje nos enseña un punto crucial: Cristo nos revela que a Él, se le ha concedido toda la autoridad, tanto en el cielo y en la tierra. Por esta razón, nos da el mandato de ir y hacer discípulos en todas las naciones. Este encargo no termina ahí, porque también dice que esos discípulos deben ser bautizados e instruidos en todas sus enseñanzas. Lo que significa que ser cristiano es lo mismo que ser un discípulo de Cristo. Nadie puede llamarse cristiano si no es un discípulo que obedece todo lo que Él nos ha mandado.

Así que, antes de profundizar en el tema del bautismo, es crucial entender el concepto del discipulado, ya que hay innumerables casos de personas que se bautizan sin ser discípulos genuinos de Cristo, ni siguen sus enseñanzas y el resultado es evidente: muchos vuelven a sus viejas costumbres poco después de bautizarse, pues nunca comprendieron la esencia de lo que significa ser un seguidor de Cristo, y mucho menos la importancia del bautismo en sí mismo. (Algunos seguramente fueron bautizados de niños, sin tener conciencia de lo que hacían y otros se han bautizado muchas veces, casi cada vez, que cambian de iglesia o denominación).

En resumen, el pasaje de Mateo 28 nos enseña que debemos de hacer discípulos y bautizarlos. Por lo tanto, el bautismo no es opcional para el creyente, sino que es un mandamiento directo de Jesucristo. Por eso es de suma importancia conocer al verdadero Dios, ya que si usted cree en un dios falso, es probable que también se bautice en una falsa doctrina, ya que, hoy en día, muchas son las religiones que practican el bautismo como parte de sus ritos, o parte de sus enseñanzas y esto puede llevar a confundirlo. Pero para que no caiga en ese error, vamos a continuar viendo a detalle este tema.

Lo primero que debe de saber es que existen dos tipos de bautismo. Sí, probablemente esto le sorprende, pero no se preocupe. Antes de sacar conclusiones, regresemos a la Biblia para aclarar este punto que acabo de decir. Vamos a leer el Evangelio de Marcos, capítulo 1, versículos del 4 al 7, que dice: Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado.

Aquí encontramos el primer tipo de bautismo, que seguramente es el que usted conoce y que la mayoría de  las personas identifican como el bautismo del creyente, pero si usted lee a detalle, este bautismo tiene que ver mucho con el arrepentimiento para perdón de pecados, así dice textualmente la biblia. En este pasaje, los judíos de Judea y Jerusalén acudían a Juan el Bautista, lo que indica que esta práctica era específicamente para el pueblo de Israel. Es importante notar que el bautismo no era algo común entre los israelitas, hasta ese momento; de hecho, no existe ningún registro de que lo hubiesen practicado antes de ese momento que llegase Juan. Juan lo realizaba porque era el cumplimiento de una profecía del libro de Malaquías, específicamente en el capítulo 4 versículos 5 y 6 que dice: He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.

Todos los profetas anunciaron el día del juicio final, pero eso no le importo al pueblo de Israel, ya que día con día se iba endureciendo cada vez más y más y en esta época cuando profetizó Malaquías, tenían una pésima relación con Dios. Si Dios hubiera juzgado en ese momento, seguramente nadie de ellos se hubiese salvado, ya que el pueblo había pecado, blasfemado, adulterado y profanado el nombre del Señor. Por eso, en el libro de Malaquías, Dios prometió enviar primero al profeta Elías para hacer volver el corazón del pueblo y esta promesa se cumplió en el Nuevo Testamento con la predicación de Juan el Bautista, quien logró que muchos israelitas se arrepintieran de sus pecados, se volvieran a Dios y sobre todo se bautizaran en el agua como señal pública de su arrepentimiento. El mensaje de Juan era tan poderoso que inclusive muchos fariseos se acercaron para ser bautizados. Sin embargo, al verlos, Juan les predicaba sin miedo y les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.

Como lo puede ver, Juan fue un mensajero fiel que cumplió su propósito: unir el corazón de padres e hijos antes de la llegada de Jesucristo. Todos los profetas de hecho fueron importantes, pero el mismo Jesús dijo en Lucas 7:26 en adelante: Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

Y claro que Juan fue un verdadero profeta del Señor, más que profeta, porque sin temor, les dijo: “Arrepiéntanse y bautícense cada uno para el perdón de sus pecados”. Muchas personas respondieron a su predicación; se arrepintieron y confesaban sus pecados antes de ser bautizadas. Es crucial recordar esto: sin arrepentimiento, nadie puede volverse al Señor y la confesión de pecados es una clara señal de que las personas realmente se habían arrepentido. Esto contrasta con los fariseos y saduceos, que buscaban bautizarse, pero sin confesar sus pecados ni querían reconocer su maldad, sino que estaban aferrándose a su estatus de personas piadosas y puras (Pero de esa forma, jamás podrían llegar a los pies del Señor) Aparte de esto, también quiero mencionar que en el evangelio de Juan, en el capítulo 3:23, dice que: Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados. El versículo menciona que había “muchas aguas”. Este detalle es clave, ya que hoy en día existe un debate sobre la validez de los bautismos. Mientras algunos defienden que basta con rociar un poco de agua, otros insisten en la necesidad de usar una gran cantidad para que el bautismo sea válido. De hecho, si usted busca el significado original de la palabra “bautismo”, encontrará que se traduce como “inmersión” “sumergir” o “colocar bajo de” Esto explica por qué se necesitaban “muchas aguas”: las personas debían ser sumergidas completamente en ellas. Tal como sucedió en el bautismo de Jesús, el cual le invito a leer en el evangelio de Marcos, en el capítulo 1, versículo 9 y 10, que dice así: Aconteció en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él.

El relato bíblico que dice que Jesús al ser bautizado “subió del agua” nos da un panorama más claro, acerca del bautismo y de lo que significa la inmersión. Porque para poder salir del agua, primero es necesario haberse sumergido en ella, fue lo que paso con Cristo. Sin embargo, esto tampoco debe malinterpretarse. Tampoco es que es necesario viajar a Israel para bautizarse en el río Jordán en busca de una “unción especial”, como algunas congregaciones lo hacen. Tampoco se trata de elegir mares o lagos hermosos solo para que las fotografías salgan bien. ¡no! El propósito del bautismo no es estético. Además, la idea de “muchas aguas” no significa buscar ríos profundos y peligrosos, donde lamentablemente han ocurrido accidentes fatales. Simplemente se refiere a que debe haber el agua suficiente para poder hacer la inmersión. Así que recuérdelo; Lo verdaderamente importante no es el lugar, sino que la persona se haya arrepentido de corazón.

Muchas “iglesias” presumen en sus redes sociales de haber bautizado a gran cantidad de personas, pero a menudo no se preocupan por si realmente estas personas son creyentes o si se han arrepentido de sus pecados. Esta actitud de hecho es similar a la de los fariseos y saduceos de la época de Juan el Bautista. Ellos también querían bautizarse, pero Juan los confrontó por su hipocresía. Sus corazones estaban llenos de maldad y no estaban dispuestos a confesar sus pecados. En lugar de rendirse ante el Señor, dice la biblia que prefirieron rechazar el mensaje de Juan. Esto usted lo puede leer en Lucas 7 versículos 29 y 30 que nos muestra la diferencia entre los que de verdad se arrepintieron y los que no se habían arrepentido, ya que dice que todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan, más los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.

Este es el primer tipo de bautismo que nos enseña la Biblia: El bautismo de arrepentimiento que Juan predicaba para el perdón de los pecados, el cual se realiza por inmersión en el agua. A continuación, veremos el segundo tipo de bautismo que me referí al inicio. Para ello, nos dirigiremos al evangelio de Juan en el capítulo 1 versículo 25 en adelante que dice: Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; más en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Como ya lo había mencionado, Juan era el mensajero que vendría antes del Señor, para predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Cuando Jesús llegó para ser bautizado en el río Jordán, Juan se sintió indigno de hacerlo, argumentando que ni siquiera merecía desatar la correa de sus sandalias. Sin embargo, Jesús lo animó a que lo hiciera para que se cumpliese lo que estaba escrito sobre Él. Dios le había revelado a Juan que el Cristo sería aquel sobre quien viera descender el Espíritu Santo en forma de paloma y que iba a permanecer en él. Por eso, cuando Juan vio este suceso al bautizar a Jesús, comprendió que Él era el Mesías y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es el que bautizará con el Espíritu Santo. Esta fue la promesa que Cristo confirmo después de resucitar en el libro de Hechos, capitulo 1, versículos 4 y 5 que dice: Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Antes de la llegada de Juan el Bautista, las personas no se habían bautizado en agua y mucho menos comprendían lo que era el bautismo del Espíritu Santo, a pesar de que Cristo lo había mencionado varias veces en el Nuevo Testamento, refiriéndose a la promesa que los verdaderos creyentes recibirían. De hecho, esta promesa no era nueva, ya que Dios la había anunciado en el Antiguo Testamento a través de sus profetas, como podemos leer, por ejemplo en el libro de Ezequiel en el capítulo 36 desde los versículos 22 al 27 que dice: Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.

El bautismo del Espíritu Santo es lo más importante para el creyente, es un don de Dios, pero muchas personas reducen el bautismo al simple acto de sumergirse en agua. Quizás usted, como muchos, ha creído que el bautismo es solo un ritual: ir a un río, dejar que un pastor le sumerja en el agua, compartirlo en redes sociales y listo. Sin embargo, el verdadero bautismo va mucho más allá. Por eso, es fundamental que profundicemos en todo lo que respecta a este tema. En tiempo de los Hechos de los apóstoles, seguramente la mayoría de ellos ya se habían bautizado en el agua, pero nadie había recibido el bautismo del Espíritu Santo, hasta Hechos 2, y usted lo puede leer, desde el versículo 1 en adelante que nos dice que: Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

En este pasaje, observamos varios puntos impresionantes de hecho, el primero, es la manera en la que llegó el Espíritu Santo, es una manera verdaderamente sorprendente. Segundo, notamos la reacción que provocó entre los judíos presentes, ya que fue una manifestación visible y poderosa. Algunos dice la biblia, los rechazaron, otros se asombraron y otros simplemente no entendían lo que estaba sucediendo. La Escritura describe que vino del cielo un estruendo como un viento recio que soplaba y que llenó toda la casa donde estaban los discípulos de Cristo y se le aparecieron lenguas repartidas como de fuego y fueron llenos del Espíritu y comenzaron a hablar en lenguas. Este evento es el bautismo con el Espíritu Santo que Cristo prometió antes de ascender al cielo.

Muy probablemente usted ya se ha bautizado una o más veces en agua, sin importar la religión donde lo ha hecho, pero eso no garantiza la llegada del Espíritu Santo. Él bautismo de Espíritu Santo viene a su vida solo cuando ha creído de verdad en el evangelio de Jesucristo. El bautismo no es un simple requisito ni una moda. Nunca debe ser forzado, ni por la presión de una iglesia, ni para obtener una membresía. El bautismo es algo que debe nacer en el corazón de las personas como nos enseña la Biblia en el libro de hechos, capítulo 8 del versículo 5 al 24 que dice: Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad. Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo. Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo. Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.

En este relato, Felipe había descendido a la ciudad de Samaria para predicar el evangelio y la gente empezó a escuchar el evangelio y miraba las señales que Dios hacía por medio de Felipe (Miraban que Felipe, reprendía espíritus inmundos, muchos paralíticos y cojos eran sanados porque de verdad, Felipe estaba lleno del Espíritu Santo) pero en este relato también encontramos el caso de una persona en particular y me refiero a Simón el mago. Él vivía en Samaria, ejercía la magia y había engañado a muchos, porque se hacía pasar por alguien grande. esto sucede de hecho, con muchas personas, que se hacen pasar por cristianos, predicadores, profetas o pastores, pero realmente son como Simón, que utilizan la biblia para su propio provecho y para engañar a las personas. Dice la Biblia que muchas personas le creían a Simón, desde el más pequeño hasta el más grande, Simón decía que ese era el gran poder de Dios (Lo que significa que con la práctica de sus artes mágicas, Él no se vendía como un hijo de satanás, claro que no, él decía que este era el gran poder de Dios y así lo miraban las personas. Se vendía como un hijo de Dios y por eso es que la biblia, nos dice que no todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos ya que satanás se va a disfrazar como Ángel de luz y también sus ministros y de hecho, eso es lo que ha sucedido en las congregaciones, cuando muchas personas están siendo guiadas por ciegos y dice la biblia que si un ciego guía a otro ciego, al final, ambos van a caer en el hoyo, porque muchas veces las personas, solo se dejan guiar por las apariencias, se dejan llevar por lo que ven, por esas “manifestaciones” que parecen de Dios, pero que son falsas. El verdadero creyente debe de tener el discernimiento de espíritus. Y Simón les había engañado. Luego si usted se fija bien, dice en el versículo 11 que todas estas personas estaban atentos a Simón porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo (Es decir que Simón, no era alguien nuevo en la ciudad, era alguien muy reconocido y que las personas lo tenían como alguien que venía de parte de Dios) Pero gracias al Señor que envió a Felipe a predicar el verdadero evangelio y  entonces se bautizaron hombres y mujeres y después de todo esto, dice la escritura que también Simón el mago, creyó a la predicación de Felipe.

Y esto de verdad que parecía ser algo muy bueno. Simón el que los había engañado durante mucho tiempo, ahora había creído al evangelio de Felipe y aparentemente, cumplía todos los requisitos para ser un creyente: porque no solamente dice la escritura que le creyó a Felipe, sino que también se bautizó, y aparte de bautizarse, dice que siempre estaba con Felipe, viendo las señales y grandes milagros que se hacían y estaba “atónito”. Lógicamente, estaba asombrado porque se dio cuenta de que si existía un poder verdadero, muy superior a las artes mágicas que él practicaba. Luego dice en el versículo 14, que cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios enviaron allá a Pedro y a Juan y ellos vinieron y oraron para que recibiesen el Espíritu Santo, los creyentes verdaderos. Este detalle es clave, porque a pesar de que estas personas ya se habían bautizado en agua con Felipe, todavía no habían recibido el bautismo del Espíritu Santo. En el versículo 17 dice que los apóstoles luego de orar, les imponían las manos y recibían el espíritu santo (Esta es la promesa de Cristo, es el sello, es la garantía que identifica al verdadero creyente. El Espíritu Santo en las personas es lo que confirma si de verdad usted  ha “nacido de nuevo, por medio del agua y del Espíritu”)

El versículo 18 relata que cuando Simón vio que por la imposición de manos de los Apóstoles se daba el Espíritu Santo, en seguida les ofreció dinero, (Probablemente lo había ganado de mala forma, como ya lo habíamos visto, lo que hacia él en el pasado) Y les dijo, dadme también a mí este poder, para que a cualquiera a quien yo impusiese las manos reciba el Espíritu Santo. Aquí si salió a la luz el verdadero corazón de Simón. Aunque había “creído”, se había bautizado en agua y estaba constantemente junto a Felipe, su ambición demostró que realmente él no había cambiado y esto nos deja una lección importante: a Dios nadie le puede engañar. Quizás puedan engañarnos a nosotros las personas y hacerse pasar por un creyente, quizás pueda bautizarse de forma superficial, pero Dios conoce lo que hay en su corazón y en el mío. Él sabe si su arrepentimiento y el mío es real. Simón quería el poder de otorgar el Espíritu Santo a cualquier persona, dice la escritura, eso significa que no le importaba si estas personas habían creído, o si se habían arrepentido. Su único deseo era tener ese poder para sí mismo. Esto provocó que Pedro le respondiera en el versículo 20: Tu dinero perezca contigo porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero, no tienes tú ni parte ni suerte en el asunto porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete (Eso le dijo Pedro. Arrepiéntete, significa que Simón, no se había arrepentido, aunque se había bautizado, no se había arrepentido. Sin arrepentimiento, no puede haber bautismo) Arrepiéntete pues de esta tu maldad y ruega a Dios Y quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón porque en miel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Esto Pedro lo pudo ver, porque el Espíritu Santo, con el que Pedro había sido bautizado, le reveló que el corazón de Simón, aun no se había arrepentido, aunque Simón ya se había bautizado con el bautismo de Juan, no podía recibir Espíritu Santo porque su arrepentimiento no era genuino y su corazón no era recto ante Dios. Lo mismo sucede hoy con quienes se bautizan en agua y confían en ese “chapuzón” como si fuera un acto con valor en sí mismo, pero en realidad, si no hay un arrepentimiento genuino, el bautismo solo sirve para refrescarse, pues no tiene valor ante Dios. Por desgracia, muchas congregaciones cometen el error de bautizar a cualquiera que lo solicite con el fin de aumentar su membresía, sin antes predicarles el verdadero evangelio de Cristo y enseñarles todo el consejo de Dios.

Podemos encontrar otro ejemplo de la diferencia entre el bautismo en agua y el bautismo del Espíritu Santo en el capítulo 18 del libro de Hechos, desde el versículo 24 en adelante qué dice: Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las escrituras que Jesús era el Cristo.

Aquí entra en escena Apolos, un creyente sincero que llegó a Éfeso para predicar las buenas nuevas. Sin embargo, la escritura dice que solo conocía el bautismo de Juan. Afortunadamente, en Éfeso se encontraban Priscila y Aquila, que eran amigos y discípulos de Pablo. Ellos sí conocían a fondo el Evangelio del Señor. Con amor, tomaron a Apolos aparte y le expusieron con más exactitud el camino de Dios. Quizás usted se pregunte: ¿En qué afecta que Apolos solo predicara el bautismo de Juan, que consistía en la inmersión en agua? Para responder a esa pregunta, continuemos leyendo el capítulo 19 del libro de Hechos, que dice: Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo. Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres.

La Biblia nos relata que, después de que Apolos partió hacia Corinto, Pablo llegó a Éfeso. Allí, encontró a un grupo de creyentes a los que Apolos ya les había predicado. A diferencia de Simón, por cierto, estas personas sí habían creído de verdad. Sin embargo, cuando Pablo les preguntó si habían recibido el Espíritu Santo al creer, ellos le respondieron: “Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo”. Quiere decir que conocían el evangelio pero en parte y entonces Pablo les hizo una pregunta clave: “¿En qué, pues, fuisteis bautizados?”. Ellos le dijeron: En el bautismo de Juan. Esto demostró que, aunque ya se habían sumergido en agua, no habían comprendido el evangelio de Cristo en su totalidad. Y a eso es lo que nos referimos, que si usted está en alguna iglesia donde se predica un falso evangelio, si usted está en una congregación en donde se predica el evangelio en parte, donde solo agarran unos versículos para su propio interés y luego usted se bautiza, probablemente usted no ha conocido todo el evangelio de Dios. Y estas personas luego que escucharon el evangelio que les predicó Pablo, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban. Eran por todos unos doce hombres. Así que vemos que el Espíritu Santo llegó, después que se habían bautizado en agua (Pero verdaderamente, porque ya se había bautizado antes) Aquí de hecho se responde otra pregunta, ya que puede ser su caso que usted ya se había bautizado alguna vez, pero si su bautismo fue en un evangelio falso, en una religión falsa, o no comprendía realmente lo que es el evangelio del señor, no hay ningún problema con volverse a bautizar. Ahora, no se trata de que usted se va a volver a bautizar y va a decir: “Ahora sí, creo que conozco” No. Usted debe estar seguro, su convicción debe ser firme y decir, ahora sé quién es Cristo para mí, ahora si conozco todo el consejo de Dios, ahora me puedo bautizar en el nombre del Señor.

En esta ocasión el Espíritu Santo vino después de bautizarse, pero, en otros pasajes de la biblia, el Espíritu Santo venia primero y luego se bautizaban (Eso lo vamos a ver mas adelante) Pero por ahora es importante que usted entienda que  el bautismo no debe ser un acto impulsivo o apurado por simple emoción. Tampoco significa que lo debemos posponer por un tiempo indefinido, esperando sentirnos perfectos o “preparados mentalmente”. No, el bautismo es, en esencia, un acto de fe, que se realiza cuando hemos creído de corazón en el evangelio de Cristo. Algunas personas evitan bautizarse por miedo a fallarle a Dios o por temor al qué dirán, pero esa no es la actitud correcta. El bautismo no es opcional para los creyentes, sino un mandato para todo aquel que cree, tal como nos dice el evangelio de Marcos, en el capítulo final en donde el Señor les decía: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado. Es fácil, por cierto malinterpretar esta declaración y pensar que la condenación puede ser el resultado de no bautizarse. Sin embargo, si usted lee con atención, la Escritura dice que el que no cree es condenado. Por lo general, el que cree se bautiza, ya que el bautismo es una respuesta natural a una fe genuina. Pero el que no cree no se bautizará, y si se bautiza (como el caso de Simón el Mago), su acto no tiene valor porque no nació de un corazón arrepentido.

El bautismo no es para demostrar nada a nadie. No debe hacerse para que la iglesia lo vea o para probarles a sus familiares o amigos de que usted es cristiano. Ya sea que se bautice frente a una gran multitud o lo haga simplemente ante un par de hermanos, no importa, el bautismo es un acto personal y genuino como una expresión sincera de su arrepentimiento. Como le dijo Pedro a los inconversos cuando se compungieron al escuchar el evangelio de salvación, lo puede buscar en el libro de Hechos, capitulo 2, versículos 38 y 39. Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

El llamado  “Arrepentíos y bautícese” es la razón por la que el bautismo no es para los bebés o niños pequeños. Ellos de verdad que carecen de la conciencia necesaria, para entender lo que es el pecado y, en consecuencia, no pueden arrepentirse. Si de por sí, muchos adultos luchan por reconocer que han pecado contra el Señor, es aún más evidente que un niño no puede tomar una decisión tan profunda.  Pero si hoy usted escucha este mensaje recuerde lo que Pedro dijo “la promesa es para nosotros”. Este es un mensaje para todos los que aún no han creído: “Arrepentíos, y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.

Otro ejemplo, lo encontramos nuevamente en el libro de Hechos, capitulo 8, versículo 26 en adelante, que dice: Un ángel del Señor habló a Felipe, diciendo: Levántate y ve hacia el sur, por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto. Entonces él se levantó y fue. Y sucedió que un etíope, eunuco, funcionario de Candace reina de los etíopes, el cual estaba sobre todos sus tesoros, y había venido a Jerusalén para adorar, volvía sentado en su carro, y leyendo al profeta Isaías. Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro. Acudiendo Felipe, le oyó que leía al profeta Isaías, y dijo: Pero ¿entiendes lo que lees? Él dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿Quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida. Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús. Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿Qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.

Este pasaje nos muestra a un eunuco que se dirigía a Jerusalén a adorar a Dios, mientras leía al profeta Isaías, pero Felipe le preguntó si entendía lo que leía, el eunuco tuvo que admitir y decir “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él. Usando esa misma escritura como punto de partida, Felipe le predicó todo el evangelio de Jesucristo. Es claro que en su mensaje incluyó el bautismo, un acto esencial del cristianismo. La evidencia de esto se muestra en los versículos 36 al 38 que dice: Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿Qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. El eunuco de verdad que creyó con todo su corazón lo que Felipe le había predicado. Su reacción fue inmediata y sin dudas. ÉL no dijo: “Consideraré bautizarme en el futuro”, “Veré si me congrego de vez en cuando”, “Voy a ver si me da chance de leer la biblia” “Ahí te aviso, cualquier cosa” “Veré si Continuo viniendo a Jerusalén a adorar”. No, nada que ver, por el contrario, él tuvo una convicción firme, declaró: “¡Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios!”. Y eso no solo son palabras, detrás de esa frase, está el evangelio completo del Señor, que era lo que Felipe le había predicado y después de eso, él mismo ordenó detener el carro, sin vacilar, y allí Felipe le bautizó.

Otros ejemplos bíblicos ilustran este punto, por ejemplo en Hechos 16:14, encontramos a Lidia, quien era una mujer que adoraba a Dios y se bautizó después de escuchar y creer el evangelio. Unos versículos después, siempre en el mismo capítulo 16, vemos cómo Pablo y Silas fueron encarcelados y mientras oraban en la cárcel y cantaban, sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera dice la escritura que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. El carcelero, que era el que estaba encargado, se despertó y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.  Él entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.  Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.

Pablo le dijo lo que de verdad necesitaba el carcelero para ser salvo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”, Pablo no le habló de obras, que tenía que hacer él para ganarse el cielo, no, somos salvos por gracia y le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa”, pero por cierto,  no solo es que le dijeron esa frase, como quien dice que esa frase iba a cambiar el destino, esa frase fue la introducción, porque después de eso dice la escritura que le predicaron la palabra de Dios, es decir, ocuparon el tiempo para contarle (Como Felipe le había predicado al eunuco) Ellos también le predicaron el evangelio, tal como lo aprendimos en el versículo que tomamos de partida para este estudio en el evangelio de Mateo 28 que dice que había que predicar la palabra que Dios  y enseñar lo que Cristo nos había mandado (No solo es que la persona va a repetir una oración  y ya lo convirtió en creyente, porque a usted así se le ocurrió o así se lo enseñaron) Claro que no. Después de haber escuchado el evangelio de verdad, dice que el carcelero se bautizó con todos los suyos (Porque todos ellos escucharon el evangelio). También en Hechos 18, podemos encontrar otro ejemplo en los versículo 7 y 8 que dice:  Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.

Siempre, las personas que creen, son bautizadas. En algunas ocasiones las personas primero creían, se arrepentían y luego se bautizaban y recibían el Espíritu Santo, pero esto no es que es un patrón y usted lo va a convertir en doctrina como que así debe de ser. Dios es soberano, Él actúa según su voluntad, por eso es que en otras ocasiones las personas primero recibían el Espíritu Santo y después se bautizaban en agua. Ese fue el caso de Pablo. Cuando era Saulo, se acuerda que iba persiguiendo a la Iglesia, pero el Señor le apreció y le dijo que entrara en la ciudad y que allí se le diría lo que tenía que hacer y el Señor envió a Ananías, como lo puede leer en Hechos 9, versículos 17 y 18 que dice: Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Primero fue lleno del Espíritu Santo y, posteriormente, se bautizó en obediencia a un mandamiento del Señor. De hecho Pablo dio este testimonio de su conversión y bautismo, cuando lo arrestaron tiempo después. Esto usted lo puede leer en Hechos 22, del versículo 12 en adelante que dice: Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí (Este es Pablo, dando su testimonio), y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré. Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre. Esta última parte de hecho a un himno famoso que toca el tema del bautismo, que dice. En las aguas del bautismo, hoy confieso yo mi fe: Jesucristo me ha salvado y en su amor me gozaré. Me bautizo en testimonio, que a Jesús siguiendo estoy; Desde ahora para el mundo y el pecado muerto soy. Y eso es lo que pasó con la vida de Pablo, a partir de ese momento.

Otro ejemplo, de personas que recibieron primero el Espíritu Santo y después se bautizaron lo podemos encontrar en Hechos 10, versículo 44 en adelante que dice: Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días.

Esta parte de la escritura siempre me ha impactado, no solo porque fueron los primero gentiles que recibieron el Espíritu Santo, sino que la escritura dice que “mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso”. Para mí, esto muestra la autenticidad de su fe. Pedro ni siquiera había terminado de predicar cuando el Espíritu Santo cayó sobre ellos. En el mismo instante, cuando creyeron, Dios les dio el Espíritu Santo. Después Pedro dijo: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Recibieron el Espíritu Santo y luego se bautizaron.

Y ya casi para ir finalizando este estudio le quiero recordar que el bautismo es una decisión personal. Nadie puede obligarle a bautizarse, ni nadie puede impedirle que se bautice si usted realmente a creído de corazón al Señor. Digo esto porque hay algunas personas que creen que solo ellas están autorizadas para bautizar. Otros piensan que el bautismo es más válido si lo realiza el pastor o alguien muy famoso o alguien muy importante, pero esto no es lo correcto. Lo que importa no es quién lo bautice, sino que realmente crea en el evangelio y lave sus pecados, invocando el nombre del Señor. Pablo tocó este tema del bautismo a la Iglesia de Corinto, cuando se estaban comportando literalmente como niños. Mire lo que dice la primera carta de Corintios en el capítulo 1, versículos 11 en adelante: Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

Los corintos se estaban dividiendo, afirmando lealtad a diferentes líderes: Unos decían “Yo soy de Pablo”, otros decían “yo soy de Apolos”, “yo de Pedro” y “yo de Cristo”. Esta situación de hecho es un espejo de lo que ocurre hoy en día, cuando las personas exaltan al predicador en lugar de a Cristo. Ante esta división, Pablo responde con una pregunta contundente en el versículo 13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? En pocas palabras les recordaba que la única figura y cabeza de la Iglesia es Cristo. Al ver este desorden Pablo agradecía a Dios por no haber bautizado a nadie más que a Crispo y a Gayo. Crispo era el principal de la sinagoga, no sé si usted se acuerda, pero lo vimos cuando leímos el libro de Hechos 18; fue bautizado y se volvió un siervo fiel de Dios. Gayo, por su parte, es mencionado en Hechos 19 como un creyente verdadero que brindó gran ayuda a la iglesia. También dice Pablo que él bautizó a la familia de Estéfanas, de la cual se habla en 1 Corintios 16 y la describe como “las primicias de Acaya”, una familia que había dedicado su vida al servicio del Señor y de los creyentes.

Aparte de eso el apóstol Pablo dejaba algo muy claro: Nadie debe decir que fue bautizado en su nombre, ni en el de Pedro, ni en el de Santiago o cualquier otro ser humano. El bautismo es un acto de fe que se realiza únicamente en el nombre de Cristo. Para enfatizar este punto, Pablo afirmó en el versículo 17: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”. Esta declaración es una importante y es una lección para aquellos que en lugar de dedicar tiempo para predicarles el evangelio a las personas, se centran más en bautizar a la mayor cantidad de personas posibles para publicarlo en sus rede sociales y dar la apariencia que Dios se está manifestando grandemente a través de ellos. Pero no le enseñan a la persona que se quiere bautizar, que cuando nos bautizamos, estamos demostrando nuestra disposición a dejar atrás nuestra antigua vida para vivir por Cristo. Aunque es cierto que no somos perfectos y podemos volver a pecar, la gracia de Cristo nos cubre y tenemos un abogado par con el Padre. Sin embargo, esto no significa que debamos usar la gracia como una excusa para el pecado. Al contrario, la gracia es nuestra libertad en Cristo, no una licencia para vivir sin obediencia. Como se explica en Romanos 6, versículos 1 que dice: ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.

Este versículo es claro: no debemos perseverar en el pecado. Todos los que hemos sido bautizados en Cristo hemos sido bautizados en su muerte. El bautismo es mucho más que unas gotas de agua; es un paso de la muerte a la vida, de la carne al Espíritu. Y así lo confirma Gálatas 3:27 que dice: Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. El bautismo es nuestra convicción  y obediencia a Jesucristo. Somos sepultados con él en el bautismo, en el cual fuimos también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos, como dice Colosenses 2:12

Si usted quiere entender el propósito de bautismo, entonces le recomiendo que pueda leer la primera carta de Pedro en el capítulo 3 versículo 21 que dice: El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo. Es importante entender que el bautismo no significa que una persona dejará de pecar o de cometer errores. Muchos creen erróneamente que “ser santo” implica no volver a pecar, lo cual es imposible mientras vivamos en este cuerpo de pecado. Lo que sí se espera de un creyente, luego que se bautice, luego que cree en el Señor, luego que recibe el Espíritu Santo, es que no peque de manera deliberada. Por eso Pedro aclara que El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (No quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) Es decir que procuramos serles agradable al Señor, por medio del Espíritu Santo, no lo hacemos con intención de pisotear la sangre del señor.

Nuestra aspiración al bautizarnos debe de ir más allá de esta vida, como usted lo puede ver en la primera carta de Corintios en el capítulo 15, versículo 12 en adelante, donde Pablo aclaraba que Cristo de verdad había resucitado, porque si Cristo no resucitó, nosotros tampoco vamos a poder resucitar. Y si Cristo no resucitó, todavía nosotros estaríamos en nuestros pecados. Pero Cristo de verdad que ha resucitado y por eso es que nosotros no nos bautizamos por un muerto como dice primera de corintios 15:29, porque nosotros nos bautizamos en un Dios vivo que ha resucitado y vendrá por su Iglesia. Todos los creyentes que se bautizaron tenían esta esperanza, tenían la esperanza puesta en la promesa de resurrección y vida eterna en Cristo Jesús. Creyeron al evangelio de la verdad y fueron bautizado con el Espíritu Santo de la promesa. Así que con esto concluimos nuestro estudio acerca del bautismo, esperando que sea de mucha ayuda para su vida espiritual. Y si aún así con todo lo que hemos hablado, usted tiene algo que no le quedó claro, no dude en ponerse en contacto con nosotros, porque como dice Efesios 4:5 al final todos los creyentes tenemos un Señor, una fe, un bautismo.

Vamos a orar.