LA VESTIMENTA DEL CREYENTE
(TERCERA PARTE)
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La codicia es algo que nos destruye a todas las personas y en este versículo, Pablo comparaba la plata y el oro con el vestido, ya que, normalmente queremos el dinero para comprar cosas y dentro de esas cosas, lógicamente está la ropa, en la cual muchas personas gastan enormes cantidades de dinero y muchas veces lo hacen por querer aparentar o presumir a las demás personas, pero como creyentes debemos de saber qué la vestimenta del creyente va más allá de lo que aparentamos o codiciamos, ya que, la Biblia nos enseña que vestirnos es una necesidad, pero el mundo ha cambiado, la necesidad de vestirnos por el lujo de engalanarnos.
Cuando la Biblia dice que no nos afanemos, eso no significa que la Biblia está diciendo que no debemos trabajar, ¡claro que debemos de trabajar!. Lo que nos está diciendo; es que no debemos de vivir como los gentiles inconversos, que para conseguir el vestido o la comida, no les importa si destruyen al prójimo, si hacen trampa, si se estresan o se endeudan por estar codiciando cosas necias qué van más allá de una simple necesidad. Pero nosotros los creyentes, sabemos que nuestro padre celestial sabe que tenemos necesidad de todas estas cosas y por ende la vestimenta no debe de ser un motivo de obsesión. (Aunque hoy en día hay muchos que dicen llamarse creyentes y gastan mucho dinero en trajes y vestidos muy costosos qué la mayoría de veces ni siquiera pueden pagar y se endeudan con la excusa de que se están vistiendo para el señor) pero usted debe de saber que el creyente, no tiene ni debe de tener una vestimenta en particular qué lo distingue o lo identifique como un creyente.
Sí el Señor lo permite en nuestro próximo programa, veremos que los mandamientos qué han sido dados por el Señor, de cómo debemos vestirnos son muy claros, pero por ahora sí es importante que usted sepa que nuestra vestimenta, no se trata de un “estilo de moda cristiana”, ya que lógicamente un creyente que vive en el polo norte, es imposible que use la misma ropa qué un creyente que vive en el caribe.
Lógicamente ahora José ya no vestía una túnica larga y amplia, ahora tenía una vestimenta diferente, la cual era muy común entre los egipcios que seguramente usted ya la ha visto en algún momento, en alguna película, en la televisión o por el internet, por lo cual, cuando la mujer le asió por su ropa, le fue muy fácil despojar parte de su vestimenta y el resto de la historia ya la conocemos: Su amo puso a José en la cárcel y estuvo en ese lugar un buen tiempo y le tocó utilizar otra vestimenta diferente. Luego el faraón, tuvo un sueño y nadie se lo podía interpretar, hasta que le hablaron de José y dice en Génesis capítulo 41, versículo 14: Entonces Faraón envió y llamó a José. Y lo sacaron apresuradamente de la cárcel, y se afeitó, y mudó sus vestidos, y vino a Faraón.
Como lo mencionamos en los primeros dos programas; Una de las formas más fuertes en las que satanás nos seduce; Es induciéndonos a que mostremos o veamos la desnudez en otras personas. Normalmente el atavío de las rameras, es usar vestimenta corta para atraer y seducir en la oscuridad a otras personas, pero nosotros tenemos que saber que la desnudez siempre ha sido y será una vergüenza para el humano, aunque satanás la utilice como una de sus mejores armas, pero realmente las personas se desnudan de forma pública cuando han perdido la sensatez, como leemos en el evangelio de Lucas, capitulo 8, versículo 27 que dice: Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. Luego en los siguientes versículos, dice la Biblia que Cristo llegó al lugar y expulsó los demonios de esta persona, entonces en el versículo 35 dice: Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo.
Nunca debemos denigrar a una persona, porque ande vestido con una ropa andrajosa, o sea, una ropa que esté rota, sucia o muy gastada, porque estaríamos haciendo distinciones y vendríamos a ser jueces con malos pensamientos, juzgando por apariencia y teniendo preferencia por los que andan “bien vestidos” según el mundo nos ha enseñado y no según Cristo.
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