Oh, Cristo mío, Rey de mi alma, salvaste me del mal, lávame en el raudal, de Tu Preciosa Sangre Purísima, ninguna mancha ya me contamina.
Tanto me Amaste, pues, que Te Diste, Sacrificándote sobre una cruz, por mi Redención, con tanto Amor, sé que te amo, Cristo mi Salvador.
Cuando iba errante, Tú me buscaste, no me dejaste perder el alma. Por plena Gracia compraste mi salud, impartiéndome la Santa Virtud.
Tanto me Amaste, pues, que Te Diste, Sacrificándote sobre una cruz, por mi Redención, con tanto Amor, sé que te amo, Cristo mi Salvador.
Todo este material es totalmente sin ánimo de lucro y ha sido publicado solo para la edificación del pueblo de Dios. Es por tanto para uso personal (No comercial).